Transgresores

17 de octubre de 2010

Exilio

El olvido está lleno de memoria.
Mario Benedetti.

Por: Ana Lilia Rodríguez y Miguel Angel Maciel.



El día de ayer murió el historiador austriaco Friedrich Katz, quien en sus años de adolescencia y juventud vivió en México, debido a ello, algunas de sus obras están referidas a nuestro país y luego vivió en los Estados Unidos, donde residió hasta su muerte en la ciudad de Filadelfia. Al leer la noticia de su fallecimiento hoy en la jornada, tuve dos sensaciones diferentes, por un lado, fue de lamentación, pues en un curso que tuve de maestría hace 10 años, el doctor Fernando Pérez Correa, me dejó leer dos de sus obras más importantes referidas a la Revolución Mexicana, una de ellas, fue “La Guerra secreta en México” (1982) y la otra, dos sendos volúmenes sobre vida y obra de Pancho Villa (1988).

Ambos textos me regocijaron porque estaban narrados desde una prosa amena,  profunda y llena de detalles de la contienda armada que yo no sabía. Al escuchar sobre su deceso, recordé con nostalgia esas obras porque nunca había revisado alguien que escribiera con mucha fineza sobre lo sucedido hace 100 años, ni siquiera algún autor mexicano.

El otro sentimiento fue un poco de incomodidad, no por él, sino por la forma en cómo el ex director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, nos dijo que lo leyera, pues se trataba de que encontráramos “el método” que Katz utilizó para escribir esos dos documentos.

Al recordar ello, se ve como se ha exiliado, no sólo al autor sino la misma universidad en su vocación intelectual, reflexiva y por supuesto romántica. Pero ¿qué es el exilio?

La definición más precisa de la palabra exilio, por supuesto, es la que da la real academia de la lengua española: “separación de una persona de la tierra en que vive, expatriación”. Y el ejemplo más socorrido es el exilio político. Éstos son aquellos en los que hombres y mujeres se ven obligados a dejar su país por defender sus ideales. Hombres que escapan de la muerte biológica y las torturas por tener una idea firme en la que creen. Pero ¿A eso se le puede llamar exilio? Físicamente sí. Pero internamente, esos hombres y mujeres conscientes y coherentes están en su casa, en su hogar, que son ellos mismos.

La historia nos muestra que muchos de los más grandes personajes en distintas áreas han sido exiliados por sus ideas políticas y por su labor científica-humanista. Albert Einstein, quién se refugió en Estados Unidos luego del avance nazi en Alemania. Mario Benedetti quién emigró en calidad de exiliado de Uruguay a Argentina, Perú, Cuba y España; por cerca de diez años luego del golpe de estado Uruguayo en 1973. Otro exiliado famoso es León Trotsky que defendió su postura comunista disidente luego de la ruptura con Lenin, y pasó de la Unión Soviética a Turquía, Francia, Noruega para finalmente morir en Coyoacán, ciudad de México el 21 de agosto de 1940.

En fin, la lista es devastadora. Todos estos exiliados se definen de una sólo forma, son defensores de sus ideales a toda costa, aún cuando ello implique sacrificar la patria o morir.
Festejar a la muerte sí, pero sólo aquella biológica, la que se da luego de una vida de lucha, una vida que en verdad lo sea. Y no un abandono propio. No al exilio cuándo éste signifique huir de uno mismo y no a la muerte cuando ésta se convierta en la salida fácil. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario