Transgresores

16 de octubre de 2010

Las flores de Cempasúchil.

Una fotografía y un pequeño poema enrollado en el centro de la mesa, son todo lo que resta del drama de aquellos tiempos; pareciera que ya todo ha quedado atrás y sin embargo… vuelve.

Ha colocado el mantel simétricamente sobre la mesa, es de color violeta; el pan, las flores y las velas están distribuidas meticulosamente por todo lo que ahora es un verdadero altar. En un principio quizás fue no más que un trabajo escolar, un conjunto de situaciones y circunstancias que en línea directa no llegaban más allá de ser un simple juego con calificación, esta noche, el más allá es el principio.

Poco a poco va llenando su ofrenda con recuerdos, dulces y tradiciones, la mira con detenimiento y luego piensa en lo que hace falta, sabe, que la noche no estará completa hasta que el dueño de las enmoladas venga finalmente por ellas.

Casi al final, en el ocaso, algo de magia para trascender en esta corta escena de amor. Con todo el pesar y el amor del mundo ha terminado su altar, en el centro su amor, un dulcero, su guisado favorito y un plato con hondo con dulce de tejocotes, alrededor sus recuerdos, algunas velas, algunas flores, un poco de incienso,  distribuidas las promesas, las calaveras, la calabaza, el papel picado, el agua y en el suelo la gratitud, un camino blanco, adornado de aserrín y pétalos de rosas rojas.

Poco a poco el poema se desenrolla y el último ritual para llamar al invitado comienza, bajo ese árbol le dieron vida a su amor, el sol brilló alguna vez, el viento fue tibio, el silencio se rompía bajo el canto de sus risas… como quisiera que nada hubiera cambiado…

“Nos prometimos todo, juramos amarnos hasta el final y aunque lo pareciera, el final aún no ha llegado, esta noche te espero, lo he preparado todo, puse en cada parte de esta mesa mi corazón, todo el amor que te tengo, el poema se desenrolla poco a poco, voy a leértelo en su momento y cuando estemos juntos de nuevo en esta última cena, verás que todo sigue aquí, querrás quedarte, desearás nunca haber cometido ningún error, sentirás que hace falta algo y no debes marcharte todavía, cuando me abraces, cuando estés aferrada a mi, al paso en que las velas se apagan y las flores se marchitan, poco a poco te veré partir, te veré llevar contigo un pedazo de mi alma rota,  tal y como haces desde la última vez que vi tu a tus ojos mirarme… un día mi corazón, te lo habrás llevado todo, un día… volveremos a estar juntos… “

=Ricardo Cruz=

1 comentario:

  1. hermoso, los ojos se me inundan y mi memoria vuela mientras mi piel protesta!

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